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2013

En verano de 2013 nace La CaSa AMArilla en el salón de una antigua vivienda del barrio madrileño de lavapiés. Pronto la casa va llenándose de personajes curiosos y actividades, ( danza, teatro, jams, conciertos… ) es en ese mágico salón de 40 metros cuadrados donde ese mismo año, y casi por casualidad, nacen también los Viajes Sensoriales.

2015

Se celebra la primera edición de “La LLamada” en la finca del Pelotanillo, junto a Januman García. Este fue nuestro primer gran festival, de varios días llenos de diversas actividades ( Viaje Sensorial, Ecstatic Dance, Biodanza, Tantra, talleres de creación musical, teatro y mucho contact improvisación y Jams )...

2017 

La Casa Amarilla entra a formar parte de otro hermoso proyecto junto al Dj Josentido Salas, el “Templo del Baile”

2019 

Celebramos la primera edición del Nomadance en “Raíces Nomadas”, donde junto a Ilargi Zabaleta y Alex conseguimos crear la magia. Esta fue la primera edición de Nomadance en Extremadura, luego, tras los confinamientos del Covid, llevaríamos este mismo espíritu a la sierra de Madrid.

2014

Organizamos los primeros Encuentros Artísticos en la Pedriza, sierra de Madrid, con talleres de danza contemporanea, contact improvisación, yoga y acroyoga en la naturaleza. Estos encuentros solían ser de un día, algunos también nos quedábamos la noche y dormíamos bajo las estrellas.

2016 - 2019

Junto a “La LLamada” , nace también otro festival más gamberro “Buho Fest” también el la finca del Pelotanillo, lo bautizamos como el “BuhoFest”; este es un festival más nocturno que se nos va un poco de las manos. Durante los proximos años haríamos numerosas ediciones de La LLamada y el BuhoFest haciendo que la tribu se extienda y expanda.

2018 

Nace el LunaFest junto a Arun Ji. Por primera vez alquilamos todo el albergue, casa rural y cabañas de “ El Colladito”, un espacio enorme en la sierra de Madrid capaz de alojar a más de 150 personas que se convertirá pronto en nuestra segunda casa.

2020 - 2024

Nomadance se consolida, realizamos más de 10 ediciones y prácticamente se agotan las plazas en todos los eventos. Crecemos como asociación y también crece la Tribu. Nos vamos profesionalizando y comenzamos también a desarrollar un nuevo concepto, el “Off Festival”, que más tarde daría forma al “Encuentro Semilla”, una iniciativa que alimenta la participación en el diseño y ejecución del programa de actividades, dando oportunidad a muchos nuevos amigos a que prueben y lancen sus propios proyectos, talleres, iniciativas…

2006 - LOS ORIGENES A mediados de 2006 tropecé con un letrero que decía “Teatro Mágico, solo para locos”; ese mismo día descubrí a un grupo de personas maravillosas que me abrirían un mundo. Ellos me enseñaron que la casa en la que habito, las calles que piso, el espacio que recorro todos los días de casa al trabajo son trozos del inmenso escenario donde se desarrolla la obra maestra de mi vida, y ese escenario puede estar vacío o puede estar lleno de símbolos y puertas mágicas. El rincón de la ciudad por el que pasas cada día sin que nunca nada nuevo suceda hoy puede convertirse en el lugar más especial del universo, y solo depende de tí, tu puedes llenarlo de vida. Ellos me demostraron que para viajar no hay que irse muy lejos, pero hay que cavar muy profundo en la consciencia. Fueron mis verdaderos maestros, mi verdadera escuela de vida, esa que se entrelaza entre los hilos del destino llenando los días de entusiasmo y aprendizaje, de teatro y de danza, de lecturas filosóficas y análisis, de raíces profundas, pájaros volando muy alto y sueños que se encarnan en acciones. Cada día festejábamos que estábamos vivos saliendo a actuar en los metros, en los parques y en las aceras; bailábamos en las plazas y en los semáforos; éramos un grupo de “artivistas” soñadores que como en la película “Noviembre” de Achero Mañas, llenábamos las calles de la ciudad de colores, arte, reflexión y debate, alimentando la consciencia al tiempo que encendíamos la mecha del pensamiento crítico. No eramos muchos ni eramos especialmente virtuosos o brillantes, pero la suma de todos nosotros apuntaba al infinito porque en cada vínculo, en cada hilo de unión, habitaba el deseo inagotable de aprender, de crear, de transformarse y amar, amar mucho, cada día más porque cuanto más amas más amor te cabe. Hasta aquel entonces había pensado que la causa de mi soledad era yo mismo, pero a lo largo de ese periodo, poco a poco fui despertando la mirada, comprendiendo y siendo capaz de ver las jaulas invisibles que nos separan a unos de otros. Pude distinguir con claridad los hilos que nos mueven al tiempo que nos atan; agarre con fuerza esos hilos y tire de ellos; entonces descubrí que desde niño me habían engordado con deseos que no eran los mios, me habían vestido de miedos ajenos y me habían empujado a correr en una carrera que no tenía sentido. Desde muy pequeño me habían fabricado para consumir y seguir produciendo, sabía cómo hacer las cosas pero no sabía quién era. Me había llegado a creer que para encajar en este mundo antes tenía que morir por dentro pero ahora entendía que eso no era así, ahora el sol brillaba de distinto modo, las calles parecían diferentes aunque seguían siendo las mismas, ahora sabía que aunque solo fuera un granito de polvo que no podía cambiar nada en el enorme Universo, si podía transformar mi propio Universo, y transformarme a mí mismo. La metAMORfosis asomaba sus alas, fuera de la crisálida había un universo de posibilidades. Dicen que cuando a la creatiVIDAd se le cortan las alas crecen dos veces más largas. El aire a mi alrededor estaba electrizado, cargado de símbolos y palabras que abrían puertas secretas a lugares mágicos; y en uno de esos lugares, muy adentro de mí, se estaba germinando una semilla, esa que sería el origen de “La CaSa AMArilla”. La metAMORfosis comenzó siendo simplemente un teatro, para transformarse luego en un hábito y finalmente en una realidad. Jugábamos a ser otro hasta que un día lo éramos. Nos enamorábamos de una idea, corríamos tras ella, luego la idea podía perderse o esfumarse pero nosotros ya habíamos caminado; pasito a pasito íbamos creciendo como personas, como amigos, como artistas conscientes de que nuestras acciones transformaban nuestro pensamiento, nuestras emociones y el mundo a nuestro alrededor. El teatro se había convertido en una forma de vida, y aunque la mayoría de nosotros no vivíamos de él, si guardábamos la esperanza de que él pudiera vivir de nosotros. Por aquel entonces Paola trabajaba como estatua de calle. Ella me enseñó que permanecer quieta y silenciosa es un arte; puedes estar quieta como un saco muerto o puedes estar muy presente observando y escuchando la vida. Encarnando su estatua de calle en unas horas al día sacaba dinero suficiente para comer, seguir formándose como actriz y activista, y pagar su habitación en una vieja casa de fachada AMArilla junto a la plaza de Tirso de Molina. Un día me dijo que si quería podría ir a vivir también a esa casa, me harían hueco, y allá fuí con todos mis trastos para tratar de encajarlos en una habitación de poco más de 3 metros de largo por dos de ancho y sin ventana. El cuarto era diminuto pero estaba situado en el centro de una mágica galaxia de personajes cuyas vidas eran auténticas novelas. Esa fue la época en que empecé a dejar de leer libros y comencé a leer vidas junto a mi nueva tribu del Teatro de la Escucha. En esos años Lavapies era aún un pequeño oasis en medio de un gigantesco desierto de asfalto, un pueblito que se resistía a disolverse en la gran ciudad. Sus calles eran todavía tranquilas y rebosaban de arte; murales de Borondo en las paredes y personas de carne y hueso que parecían sacadas de esos mismos murales. En el CSOA Casablanca había conciertos y talleres, en “Esta es una Plaza” plantaban sus lechugas y la Tabacalera acababa de abrir sus puertas y por sus grandes pasillos corría un hervidero frenético de nuevas propuestas y colectivos. Había cientos de locales de asociaciones culturales, pequeñas salas de teatro independiente, bares clandestinos donde en cualquier momento podía suceder algo inesperado; performances, recitales de poesía, jams de todo tipo; las calles y plazas eran el lugar de encuentro para músicos y malabaristas. Los Indios sikhs rezaban silenciosos en su templo y preparaban deliciosa comida picante mientras por las calles desfilaba toda una turba de tambores africanos. Lavapies mantenía aún un pié en el pasado del barrio y el otro lo había apoyado en el resto del mundo, sus pequeños callejones contenían la Pangea; viajeros de todo el planeta traían pedazos de sus vidas y culturas. Las calles erán un mosaico de sabores, lenguas y cuerpos de diferentes colores que vestían como les daba la gana. De todo ese Caos nacía una armonía creadora. Toda una orquesta de poetas malditos, migrantes, ancianas, soñadoras, cantantes, actrices, kinesiólogos, magos y camellos, catadores de almas y bebedoras de versos, prostitutas, encantadores de serpientes, acróbatas y titiriteras. Se decía de éste barrio que habitaba en él la mayor concentración de brujas, magos, chamanes, santeros y charlatanes de todo el mundo conocido y algunos siguen afirmando que si toda aquella orquesta cósmica hubiera sido capaz de organizarse y poner toda su magia al servicio de un único fin, podrían haber sacado a la Tierra de su órbita para siempre. Y a pesar de todo ese caos la vida por sus calles era calmada y segura. Aquella fue la Flor de Lavapiés, algo tan bello y tan frágil no podría durar por siempre pero nosotras supimos sacarle el jugo. Este es el contexto y el lugar, el espacio onírico perfecto, y en medio de toda esa gigantesca carpa de circo que se abría ante un cielo infinito, colgaba mi nueva casa de gruesos muros y escaleras ondulantes que parecían pendiendo de un hilo. Suelos movedizos, puertas que no encajan, grietas en paredes y vigas de madera arqueadas, todo eran señales de que aquello debía caer, pero la casa desafiaba a la física cada 24 horas mientras yo me convencía de que aquello que había durado cerca de 300 años se mantendría en pié al menos unos años más, y después de una pandemia y de un Madrid cubierto de blanco tras la nevada más abundante y devastadora en 100 años, la casa de Tirso, con su fachada amarilla, sigue en pie inexplicablemente; esa casa que fue habitada por estatuas de calle, pintores y artesanos, miembros secretos del Teatro Mágico, poetas… y que años después se convertiría en el vientre que dió a luz los ViAJes SeNSoRiaLes y la CaSa AMArilla. ( Tomi Ramallo - 17 de febrero de 2021 )

La CaSa AMArilla ( Lavapies  - Madrid -2006 )
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